Milena e Irene, periodistas. Un pronunciamiento
Ana Arzoumanian [+]
Román Caracciolo [+]
ISBN-978-987-8952-97-0
Cada cuarenta segundos se suicida alguien, leemos en “Milena e Irene, periodistas”; el sino trágico recorre el texto que indaga los aspectos que pudieron haber vinculado a estas mujeres que vivieron bajo las dictaduras del nazismo y el franquismo y las secuelas que deja el Poder, el daño permanente (todo ello ocurrió en las ex crueles provincias del imperio romano de occidente durante el siglo pasado). Un autor argentino que permanece desaparecido y supo firmar algunas de las más grandes obras de la llamada literatura argentina sostuvo que “ante mayor riesgo intelectual, mayor riesgo de sanción”; también ejerció, al igual que las mujeres que nos ocupan, las nobles actividades de periodista y traductor. La sensación que prevalece al leer estas páginas (que suponen una posterior representación, una puesta en escena, un ardid para que aquello que reside fuera de la escena también irrumpa) es la distancia, el destierro, desconocer el punto exacto hacia dónde se dirigen las protagonistas en sus parlamentos: solo se trata de huir; y la gravitación física de la soledad: estar solo es no tener a dónde volver (mientras ellas charlan se disuelve otra vez el Imperio austrohúngaro y corresponsales, amigos reales o literarios, que no son menos reales por eso, también vuelven a cejar en las calles, en pogromos, en campos de concentración). El hipotético lector descubrirá que ciertos libros están hechos para celebrar y para llorar, para amar y para escribir otra derrota (un suceso privado, no un dato objetivo), porque siempre habrá una música que vaga por el mundo y no regresa más.
Nada de lirismo/ Ana Arzoumanian
ISBN-978-987-8952-35-2
En un libro que ha resistido el tiempo, las masacres policíacas y también las lecturas de la cátedra, la abanderada de los hundibles firmó que hay pobres porque hay ricos. Ana Arzoumanian titula el presente volumen con una cita del referido texto. “Nada de lirismo” explora una antigua y permanente violencia: la política y la sexual.
En los últimos años, menos ambiciosos que sinceros, sabios de todas las menas hubo que se retiraron a la selva o al confort de una beca, para revisar su juventud fatua, el comercio con las mujeres o con sus familias nucleares y si un libro supone tener un acervo (del erario) y usarlo deficientemente; los anaqueles y los suplementos culturales han dado cuenta de diversos intentos donde se abordan el exilio, la sexualidad y la militancia territorial (bonaerense). Es bien sabido dónde termina la tierra del país (el country, las plantaciones, el forraje), un rincón, una fábrica (un banco, una tasa), una lengua (otra posesión) y las exhortaciones piadosas del progresismo planetario nativo a integrarse en paz (habitar la lengua, en jerga bachiller).
Mediante una colérica asunción del lenguaje —con tizne y sangre (propia y ajena) mas no enlodado, nunca intruso en el pueblo—, la dicente y protagonista de la novela, repasa ante un eventual lector, el curso de sus días (el deseo, la perversión y la desobediencia como razón práctica extrema) en la clara noción de que no es posible un margen de libertad si no se liberan la conciencia y los cuerpos. Una valla se puede trasponer saltándola o pasando por debajo; en la novela no hay hilo de Ariadna, por usar una metáfora en boga, leguleya, sintomática (sólo un muñón aparecido y una hebra): siempre se abandona algo propio al ocupar un territorio. ¿O acaso contar una historia (sus terrores, traiciones, afanes y derrotas) se trata de una labor científica, ajena a una tendencia?