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Jorge Aulicino
El hombre del codo en la ventana
Jorge Aulicino [+]

ISBN-978-987-8952-82-6

Jorge Aulicino en “El hombre con el codo en la ventana” a contrapelo de cierta poesía argentina contemporánea, para decir dos palabras emplea dos palabras. La simpleza nunca reproduce una sola cosa y la verdad como irrupción de algo intangible logra hallar su espacio en todo cuanto se puede ver y oír. La peripecia significativa es ardua materia; dicho con el doblez apacible del lenguaje natural: los muchachos del verano ya no imitan ni hurtan y hay ancianos que sólo plantan árboles o tienden al simbolismo (“sin contradicción con el lenguaje oficial, / que establecía una métrica, un ritmo, / y sobre todo un vocabulario según el cual / era preferible decir domicilio que casa, / residencia que hogar, cambio social en / vez de revolución (o siquiera revuelta”). Todos perdimos alguna parte de nuestras personas en un crepúsculo apacible o ante el silencio, que es el principio de todo, sugiere el autor (“Luz es lo que la gente necesita, luz y viento, eso solo / es la vida, efímera, circunstancial, hueca, / para que en ella soplen canciones y fantasmas”).

En esta dulce tierra de porveniristas y conversos, de poetas oficialistas y poetas consulares, siempre estamos hablando de la naturaleza, un territorio (una extensión limitada, un espacio, un segmento histórico): parcelas, proporciones, partes, civiles, uniformadas; y qué palabras serán las electas para dar cuenta de ello, el ritmo y la estrategia de los versos, confiar en las palabras, en la oscuridad de la vida o si se prefiere, la laboriosa concepción del uso del cuerpo, la percepción y el lenguaje a través de su finalidad más radical: zozobra y voluptuosidad (“¿Por qué corre hacia un origen que / no conoce, que no conoció, que no conocerá?”); y el pespunteado invisible de una trama incómoda: escribir es el arte de adivinar el pasado.

El capital-La lírica

ISBN-978-987-8952-48-2

 

Dentro de los libros también pasan cosas que no necesitan entenderse. Jorge Aulicino ha escrito dos libros, “El capital” y “La lírica”, que indagan las ruinas de lo predecible y lo ilusorio, evitando la blandura o el énfasis: ¿de qué estaban hechos aquellos símbolos, ideas, banderas que ya no son?, ¿de un jobi arcaico, de amor transido, de un espíritu sectario? Como quienes deben muchas cosas, pero ningún favor, como un autor que no ignora que el escrito encerraba una moraleja en alguna parte, dibuja las palabras que nadie debiera dirigir a otro (o a uno mismo) ni en un millón de años (“jamás supo si estaba dentro o fuera de sí,/ en qué consistía la lírica”). Aunque esa parte siempre es divertida e implique aceptar las propias limitaciones, las derrotas (“No era el jardín, era su luz;/ no era el futuro, sino su hueco”) y la curiosa dicha de ser correspondido en ese espejo sin fondo que todavía llamamos Historia, burocracia cultural o meramente un desequilibrio químico: “Pero le insisto: no debe dedicarse a la poesía/ si no está dispuesto a recibir en su centro mental/ el peso de la inflación de mercado/ y del repliegue táctico que imbrica/ guerras, la soledad de un hombre, las conjuras”. Se sabe, escribir es escuchar a veces golpes en una puerta.

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El libro de los lugares sagrados

ISBN-978-987-4044-89-1

 

Leemos en “El libro de los lugares sagrados” que “sólo nuestra especie se conmueve por sus ruinas/ y las cosas que amó y ya no ama”. Sin imponer una interpretación, consciente de que al pasado no le interesan los detalles, el poeta elige un camino, el propio, y recobra el tiempo perdido igual que en un sueño o una música; en contacto físico directo con una comarca inalcanzable, que es símbolo de todas las otras y que no se parece a ninguna evocación, escribe de aquello que se desvanece en el aire, descubre para el lector solitario ciudades que seguirán llamándose Buenos Aires, Londres, París. Hay autores que se ponen a sí mismos como personajes de ficción, otros que ejercen de coloridos soldados rasos en el ejército popular de Palermo Soja, o bien, afectan erudición sobre la historia de la literatura a través de sus hospitales, cárceles, asilos y acápites; leer a Jorge Aulicino implica raer, abandonar, asir una palabra y luego otra, seguir detectando movimiento en blanco y negro: una raya de luz, otra de oscuridad (“y renacen,/cada noche, ciudades, y tan adentro del corazón/ se desmoronan”).

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El río y otros poemas

ISBN-978-987-4044-30-3

 

Leemos en El río y otros poemas: (“es el río lo único/ concreto entre nosotros y una historia/ que nos abandonó; entre nosotros y/ un cuerpo chupado por la historia; entre/ nosotros y el cuerpo que perdimos al nacer”). En ese espacio discreto y absoluto, al igual que en los recuerdos, no hemos de encontrar más que restos dispuestos en una habitación cuyas puertas y ventanas están cerradas por dentro. 

A lo largo de todo el poemario, orientado como sugería un heleno, hacia el inmenso elemento de la belleza, Jorge Aulicino, sin recurrir al alcohol, a las drogas o al marxismo leninismo argentino de La Biela, reelabora la inquietud que precede al misterio y también al desastre (“Como un amor que se estrangula a sí mismo,/ así es el río”).(...)

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Corredores en el parque 

ISBN-978-987-4044-02-0

 

Por Fabián Casas

 

Una y otra vez la poesía de Aulicino se metaboliza en potencia spinoziana. Acá, en estos versos donde, sobre el final de un poema un hombre con un remo llega para golpear una puerta, volvemos a escuchar los ritmos fantásticos de esa obra maestra de la poesía argentina que fue Paisaje con Autor.

Leyéndolos, uno no puede dejar de habitar el poema: estamos, por un momento, sentados en ese auto que mira a la gente correr en el parque.

 

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